El camino ancho y brillante por el que se alejan los dos paseantes de la fotografía es parte de la herencia del Plazaola, el tren que unió Pamplona y San Sebastián entre 1914 y 1953. El ferrocarril se puso en marcha en 1902 con el fin de transportar el hierro que se extraía de las minas de Plazaola, en Guipúzcoa, y su recorrido apenas sumaba 22 kilómetros, los necesarios para llegar a Andoáin. El historiador Juan José Martinena Ruiz tiene escrito que el 19 de octubre de 1910 se obtuvo una nueva concesión para prolongar la línea hasta la capital navarra (55,983 kilómetros) y que un año después se pudo ampliar el trazado desde Andoáin a Lasarte, donde a su vez los trenes podrían empalmar con la línea que se dirigía a San Sebastián. La solemne inauguración del itinerario Pamplona-San Sebastián tuvo lugar el 19 de enero de 1914. Era entonces obispo de Pamplona Fray José López Mendoza y él fue quien bendijo el tren en la estación de Huici. El ferrocarril —añade Juan José Martinena— era de vía estrecha y tracción a vapor. Las locomotoras, tipo Krauss, fueron construidas en las fábricas alemanas Maffei, de Munich, en 1913. En Pamplona, el Plazaola tuvo originalmente la estación en la avenida de Zaragoza, donde más tarde se levantó la Casa Sindical. Después la estación se desplazó a la avenida del Conde Oliveto, frente al antiguo edificio de Autobuses, reconvertido estos días en una pista cubierta de patinaje sobre hielo. De allí partían los trenes por la actual avenida de Sancho el Fuerte, que se diseñó precisamente sobre el trazado de las vías: de ahí la curva un tanto insólita que dibuja en los primeros compases. En 1946, el trayecto entre las dos capitales tenía una duración de tres horas y 45 minutos. Las riadas de octubre de 1953 se llevaron varios puentes y dañaron seriamente algunos tramos del recorrido, que ya no volvió a recuperarse. Hoy, la llamada Vía Verde del Plazaola permite desenterrar los recuerdos de aquella época en un paseo lleno de túneles, de paisajes y de historia.
domingo, 28 de diciembre de 2008
Buzones a dos aguas
El buzón del Arrubi (arriba, a la izquierda) se encuentra un tanto desvencijado, quizá porque la cumbre nunca ha merecido la atención y las visitas de las montañas más próximas. Una de éstas es el Ganbo Txiki. Su cima está coronada por un buzón con forma de tienda de campaña. A la izquierda se distingue la pirámide del Txindoki. El Ganbo (abajo, a la izquierda) también exhibe un buzón de trazos sencillos y colores previsibles: es la casa que dibujaría cualquier niño, siempre que los arquitectos lo permitan. Txindoki, Arrubi, Ganbo Txiki y Ganbo se puede unir sin problemas en una única excursión, con salida y llegada en Larraitz. El buzón que cierra la serie es el de Peña, en la muga de Navarra con Zaragoza, cerca de Sangüesa y Gabarderal, a sólo unos pasos del cementerio pequeño y abandonado que guarda la tumba del aviador inglés.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Belén viviente
Fue el domingo, cerca de Huici. Las cuatro ovejas ofrecían una estampa tan apacible y luminosa, que resultaba fácil imaginar por los alrededores el resto del belén: los pastores curtidos e inmóviles, una hilandera apostada junto al recio caserío, el burro que avanza dócil y pesadamente, la zagala que sostiene el cántaro sin perder nunca el equilibrio, los pajes de túnicas coloristas, los camellos altivos, los cofres de aromas penetrantes, el viejo que carga con un par de conejos, las gallinas inquietas, el riachuelo de aguas brillantes, incluso un rumor de ángeles que desciende de la cumbre cercana del Atume. Lo fácil sería decir que aquellas cuatro ovejas podrían incorporarse con todo derecho a un belén viviente. Y lo cierto es que realmente forman parte de un belén, de un belén viviente: el que empezó a organizarse hace dos mil años, el mismo por el que caminamos nosotros, unos por el monte y otros por la ciudad, a veces desorientados, a veces esperanzados, con razones o sin ellas, unos ajenos al sentido de los propios pasos, otros tratando de encontrarlo, pero todos, de un modo u otro, buscando en las jornadas siempre iguales el rastro de la zagala esbelta, el perfil majestuoso de los magos o el camino que tomaron los pastores. Todos, conscientes o no, dispuestos a asomarnos a la escena que preside a la vez la historia, los belenes y nuestras vidas. Felices Navidades.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Gracias
lunes, 8 de diciembre de 2008
Árbol
sábado, 6 de diciembre de 2008
Nombres
En el Génesis, "hace ya mucho tiempo", el hombre puso nombre a los animales. En el monte se produce con frecuencia un fenómeno similar: los de la foto son G y F bautizando las cimas que rodean la Llana del Bozo, en el Pirineo de Huesca.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Niebla (II)
Niebla (I)
A veces la niebla confunde los caminos: la ascensión resulta más dura y más incierta, surgen las dudas, los mapas pierden consistencia, los recuerdos se desdibujan, afloran las tensiones, las metas se tambalean, los pasos se desorientan y el frío es más húmedo y más penetrante.
(En la foto, H desciende preocupado de Lapaquiza. Al fondo, el bosque de Aztaparreta muestra fugazmente la ruta adecuada).
domingo, 30 de noviembre de 2008
Mapas para llegar a la vida
El arquitecto Charles Balanda no tenía ni idea de la naturaleza: “Sotos, oquedales, landas, praderas, pastizales, oteros, bosquecillos, linderos, enramadas… Conocía las palabras pero no habría sabido bien dónde situarlas en una relación topográfica… Nunca había construido nada lejos de las ciudades y no recordaba ningún libro que pudiera consultar”. Cuando encontró a Kate y a los niños en la granja acogedora y silvestre de Les Marzeray, descubrió a la vez la naturaleza y su propia vida. O quizá sería más preciso decir que descubrió la manera tan estúpida y tan convencional en que estaba desperdiciando su vida. Hay que leer El Consuelo, la última novela de Anna Gavalda, para hacerse cargo de la novedad y del alcance de su hallazgo. H y J conocen bien la naturaleza y la vida. Cuando aquel día de verano se detuvieron en la ladera del Lákora para consultar el mapa sólo buscaban nuevos caminos para llegar a la felicidad que ya habían disfrutado antes en tantas cimas.
Un horizonte prometedor
sábado, 22 de noviembre de 2008
Amanita muscaria
sábado, 15 de noviembre de 2008
Un paisaje a la medida de un santo
Casi todos los datos referidos a la vida de San Francisco Javier tienen un carácter superlativo. Desde que en 1541 zarpó de Lisboa hasta que murió en 1552 en la remota isla de Sancián, el infatigable misionero navegó a lo largo de 46.500 millas marinas, que equivalen a 86.000 kilómetros. En el Sur de India bautizó personalmente a más de diez mil personas. Si los recorridos que llevó a cabo sobre el mapamundi del siglo XVI se sitúan sobre un plano actual, se descubre que estuvo en trece países: España, Francia, Italia, Portugal, Mozambique, Kenia, Yemen, India, Sri Lanka, Malasia, Indonesia, Japón y China. Escribió 190 cartas de las que se han conservado 108. Se hizo entender en idiomas exóticos e impenetrables como el tamil, el bahasa o el japonés. Conoció casi todos los medios de navegación de la época, desde las naos portuguesas hasta las korakoras que empleaban los habitantes de las Molucas o los juncos que pilotaban furtivamente los comerciantes y los piratas chinos. Trató a reyes y virreyes y compartió las frágiles chozas de los pescadores del cabo de Comorín. Fue recibido en palacios imperiales y se adentró en la selva inexplorada de Morotai, una isla habitada únicamente por tribus hostiles y caníbales, ya próxima a Nueva Zelanda. Ante semejante biografía, parece claro que la única cumbre que se le podía dedicar en Navarra era la más alta: la Mesa de los Tres Reyes. Allí siguen la imagen de bronce que sustituyó a la monumental estatua colocada en 1952 y una maqueta del castillo de Javier realizada en acero inoxidable. Pero quizá lo más ajustado al espíritu del admirable jesuita sea el paisaje: un horizonte sin medida para el ímpetu incontenible de un santo.
Más buzones
El Ezpondarri (arriba, a la izquierda) se asoma a la vez a los valles de Aézcoa, Salazar y Urraúl Alto. Su buzón recuerda a algunos hornos que se utilizan para asar castañas. El Mendaur (arriba, a la derecha) está coronado por una ermita dedicada a la Santísima Trinidad y por un caserío de forja que imita el estilo de los que se intuyen al fondo del valle, a orillas del Bidasoa. Lakartxela (abajo, a la izquierda) es uno de los primeros dosmiles pirenaicos. El buzón que decora la cima ofrece un perfil dudoso. Al fondo, en cambio, se recorta la pirámide inconfundible del Orhy. En el Baigura (abajo, a la derecha), un buzón puntiagudo compensa el relieve suave y redondeado de la cumbre.
sábado, 8 de noviembre de 2008
Un silencio incontaminado
Ukerdi es un lugar totalmente incontaminado, un ejemplo real de cómo sería un bosque que nunca hubiera sufrido la presión del género humano o del ganado. Se encuentra en el corazón de Larra, en el Pirineo, y es una de las tres reservas integrales que el Gobierno de Navarra declaró en 1987 y que son, teóricamente, los espacios mejor conservados de la Comunidad Foral. Las otras dos son el bosque de Aztaparreta, un hayedo abetal que rodea la proa majestuosa del Txamantxoia, y Lizardoya, un reducto de la selva del Irati que, según cuentan, se salvó de sucesivas explotaciones forestales gracias al empeño de Víctor Torres, un antiguo ingeniero de Montes de Diputación. Ukerdi, que suma 322,5 hectáreas de relieve intrincado y desigual, tiene un acceso difícil, algo que seguramente ha contribuido a su singularidad. El único camino que lo recorre es la vieja senda que conduce a la Mesa de los Tres Reyes a través del collado de Larrería. Hayas de todas las edades y tamaños envuelven al caminante. El suelo está sembrado de troncos viejos y retorcidos, y también de arbustos novedosos y variados que sirven de refugio a los últimos urogallos. Pero quizá lo más llamativo es el silencio: es un silencio antiguo, distinto, imponente y acogedor a un tiempo, un silencio intacto, el último silencio virgen.
lunes, 27 de octubre de 2008
sábado, 25 de octubre de 2008
Viajes (des)humanizados
Las autovías y variantes han deshumanizado los viajes en coche: ya no hay curvas inesperadas, ni travesías risueñas, ni comercios improbables, ni mercadillos sorpresivos con puestos de alpargatas o pimientos, ni carteles civilizadamente incorrectos, ni miradas o voces que añadan al viaje la compañía aunque sea efímera de otras personas: ya no hay vida en el paisaje que avanza fugazmente al otro lado del parabrisas. Se agradece por tanto que la nueva carretera que rodea la Foz de Arbayún haya rescatado las ruinas de Iso, el pueblo abandonado que da nombre al puerto. Mientras haya ruinas, hay esperanza. Quizá algún día hasta vuelva a salir humo de la chimenea vieja y señorial que ahora saluda a los conductores.
martes, 14 de octubre de 2008
¿Moras con precio?
Las moras de la fotografía se encontraban cerca de la cima del Calveira, en el valle del Roncal. Había muchas: algunas estaban muy maduras y otras esperaban el último golpe de sol de un verano ya vencido. Las matas se sucedían alborotadamente junto a la recia pista que asciende desde Garde. Hasta hace un año, cualquiera podía subir por esa pista en su vehículo, pero hoy es necesario pagar un peaje para circular en coche por los caminos del valle. Es una variante más de la fórmula que puso en marcha el ayuntamiento de la Ultzama, donde los aficionados a las setas deben abonar cinco euros diarios antes de echarse al monte con la cesta. En ambos casos, únicamente se cobra a los forasteros. Es posible que las dos iniciativas sean sólo el prólogo de una nueva modalidad, y que dentro de un tiempo haya que pagar una cuota para recoger castañas, pacharanes, musgo o boñigas, para asomarse al interior de un hayedo-abetal o para acercarse a las ruinas de un pueblo abandonado. Hasta podría ser que se pusieran tarifas en las distintas cumbres de la geografía foral, con bonos y descuentos para primerizos y jubilados. Una actividad tan entrañable e inofensiva como ir a coger moras acabará teniendo peligrosas consecuencias financieras. Quizá hasta les pongan un código de barras, para amarrar.
sábado, 4 de octubre de 2008
La magia del regreso
El regreso tiene su propia magia: las fuerzas flaquean, se alargan las sombras y las conversaciones, los caminos se iluminan con una luz distinta, empiezan a perfilarse los recuerdos, el corazón se ensancha y la felicidad casi se toca con los dedos. Es una razón más para afrontar los rigores y las rampas del ascenso. La pareja de la imagen caminaba hacia el refugio de Linza después de haber coronado la Mesa de los Tres Reyes. Todo el paisaje parecía haberse conjurado para despedirles.
Paisaje y memoria
"El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe ya como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje. Para el hombre romántico, el paisaje es, además, la fuente originaria y principal de la melancolía".
(Julio Llamazares, El río del olvido. En la imagen, G desciende del Baracea a través de un paisaje que hoy, dos meses después, quizá aliente ya sus melancolías)
lunes, 29 de septiembre de 2008
viernes, 19 de septiembre de 2008
Pequeñeces
“Con la altura pierden consistencia las pequeñeces humanas”. La frase la escribió J.M.T. en el prólogo a la segunda edición del libro Montes de la Cuenca de Pamplona, pero G la saboreó hace dos semanas sin haberla leído nunca: le bastaron unos segundos de soledad y los 2.554 metros de la Llana del Bozo. En el centro de la imagen se distingue la estación de esquí de Candanchú y, al fondo, a la izquierda, como una sucursal de Mordor en el horizonte pirenaico, la mole oscura y altiva del Midi d’Ossau.
sábado, 13 de septiembre de 2008
Descenso peligroso
Buzones (III)
El buzón de Txorrotxarria (arriba, a la izquierda) tiene un diseño personalizado: sirve para guardar tarjetas, como casi todos los demás, pero no se parece a ningún objeto convencional. Al menos ha sobrevivido a los caballos que suelen pastar por los alrededores. La caseta metálica que saluda a los montañeros en la cumbre del Arlás (arriba, a la derecha) equilibra un horizonte siempre dominado por la pirámide inconfundible del Anie. En el Ekaitza (abajo, a la izquierda), una caseta similar vigila la regata del Bidasoa y la línea difusa del Cantábrico que se adivina al fondo. En Balerdi, un buzón con forma de tamboril recuerda a varios montañeros fallecidos.
Buzones (II)
El Tangorri es un monte tan discreto que su buzón se encuentra al borde de un camino, sin ninguna pretensión paisajística. El del Txamantxoia imita con su cubierta dislocada por un rayo el perfil quebrado que ofrecen a su espalda las grandes cimas del Pirineo navarro. En el Aldaón hay una insólita densidad de buzones, aunque todos están igualmente acostumbrados a alternar las nieblas con unas vistas privilegiadas del valle de Larráun. En San Donato o Beriáin, el buzón casi pasa inadvertido entre la ermita y el vértice geodésico que se asoma al corredor de la Barranca.
Buzones (I)
El de arriba a la izquierda se encuentra en la cima del Argintzo y recuerda el brocal de un pozo. No importan su tamaño ni su emplazamiento inverosímil: siempre se podrán extraer de su interior algunas nostalgias quizá oxidadas. La casita con tejado a dos aguas rivaliza con las ruinas de un viejo castillo en la cumbre del Irulegui, en los confines del valle de Aranguren. La Amanita muscaria revela que la temporada de setas no termina nunca en determinados lugares; por ejemplo, en el Irumugarrieta, el pico más alto de la sierra de Aralar. Y el enano de forja parece dispuesto a alumbrar el camino que desciende desde el Treku hacia la tranquila localidad de Goñi.
sábado, 6 de septiembre de 2008
Hambre, cimas, recuerdos
lunes, 1 de septiembre de 2008
Leontopodium alpinum
de Peña Blanca, una
estrella arrebatada a las celliscas
y al áspero silencio de las rocas supremas.
De su palacio de cristal azul
en donde su belleza se sumaba
a las constelaciones temblorosas,
a las lágrimas puras del crepúsculo,
yo la bajé por una escalinata
salvaje de fragancias, aguas y trinos
hasta este exilio gris de mis horas.
Ahora
contemplo su cintura de zarina,
su altivo terciopelo, su broche de oro, y viene
a mí toda la luz de Panticosa,
el imposible azul de los ibones,
el látigo de enero en la brecha Latour,
las cascadas, los bosques musicales de Oza,
la fiesta del otoño enBelabarce...
Por esta flor recorro los caminos
que he perdido; por ella
sigo viviendo donde ya no vivo.
(Miguel d’Ors. Es cielo y es azul)
miércoles, 27 de agosto de 2008
Nostalgia repentina
"La figura del médico, la habitación sofocante, el mísero jardincillo de la casa de la que se alejaba, el puerto cegado por el sol, la propia isla, se le iban componiendo en su mente como un cuadro de su vida provinciana, donde toda vicisitud queda reducida a unos límites comunes de mediocridad. Sintió de repente la nostalgia de la alta montaña".
lunes, 25 de agosto de 2008
Girasol
viernes, 22 de agosto de 2008
Un paisaje para enmarcar
Camaradería
(John Hunt, La ascensión al Everest. En la fotografía, P y H comparten un descanso y un trago en el descenso del Ezkaurre Txikia)
martes, 19 de agosto de 2008
Fagus sylvatica
lunes, 18 de agosto de 2008
Una familia feliz
domingo, 17 de agosto de 2008
Sin miedo
"Estiro las piernas paseando un poco, impregnándome de esta inmensidad de las montañas, de las colinas, de las llanuras, de los bosques y del cielo, inmensidad que tiene una forma, colores y sonidos. A esta inmensidad la llamaría yo la paz. Una paz que nos habla de un pasado o de un porvenir muy lejano, cuando el alma humana tenía, o tendrá, la forma de este paisaje. Me siento vivir sin miedo por primera vez desde que existo".
(Vintila Horia, Dios ha nacido en el exilio. En la imagen, H admira desde la cumbre del Txamantxoia el skyline del Pirineo navarro: el horizonte de un verano memorable)
sábado, 19 de julio de 2008
Soledad
Estaba solo en la cima del Irubelakaskoa. Era francés. Su mochila y su bastón artesano descansaban sobre unas piedras. Miraba hacia el Iparla, amenazado por una tormenta estival. Quizá se miraba a la vez a sí mismo. Llegaron otras personas a la cumbre y hubo un rumor festivo de jadeos, saludos, fotografías y almuerzos, pero nadie se atrevió a interrumpirle: su soledad parecía sincera. Al fondo de la imagen, a la derecha, se distingue el perfil del Auza, el monte más alto del Baztán. Según contaron los periódicos, fue allí, en alguna ladera discreta y próxima a la muga, donde Txeroki impartió las últimas instrucciones al comando que perpetró el atentado de la T-4 de Barajas. Aquella explosión costó la vida a Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. Podría ser que ambos estuviesen hoy vivos si Txeroki también se hubiera sentado frente al paisaje y frente a sí mismo.
viernes, 18 de julio de 2008
lunes, 14 de julio de 2008
La cordada
Podría decirse de Peter Habeler que es una referencia indispensable en la historia del montañismo, pero sería poco. Peter Habeler —que ensaya una sonrisa con aire tímido a la izquierda de la imagen— es el compañero que todos los alpinistas hubiesen querido tener a su lado en cualquier paisaje mínimamente vertical. Su nombre no es tan conocido como el de Reinhold Messner —a la derecha de la fotografía—, pero compartió con él varias gestas que luego alimentarían algunos de los clásicos de la literatura alpina, desde la cara norte del Eiger o el espolón Walker de las Grandes Jorasess hasta la pared sur del Dhaulagiri o el Everest sin oxígeno. En el libro Las grandes paredes, Reinhold Messner le dedicó unos párrafos que quizá le hacen justicia y que encierran algunas reflexiones muy útiles para muchos aspectos de la vida, incluido el montañismo. “La elección correcta del compañero para una determinada empresa alpinística constituye una condición previa básica para el éxito —escribió el pionero de los catorce ochomiles—. La confianza mutua tiene que ser muy grande; especialmente en los casos críticos, puede incluso depender de ella el hecho de salvar la vida. En mi carrera alpinística no he conocido hasta ahora a mejor compañero que Peter Habeler. Siempre nos hemos entendido estupendamente. La causa de ello no estriba únicamente en que Peter es un gran experto, que sus condiciones son siempre magníficas y que a mí me encanta su carácter, sino simplemente su modo de ser (…). En una ascensión, uno asume intuitivamente el liderazgo moral y/o el liderazgo físico. También con Peter y yo ocurre así, con la única diferencia de que esta situación cambia a menudo durante una misma escalada, y en cada momento asume la dirección de la cordada aquel de los dos que domina mejor la situación. En ello no se origina entre nosotros rivalidad alguna. Según como vayan desarrollándose las cosas, es uno y otro quien va delante (…). El hecho de que en cualquier momento sea el más fuerte quien asuma la dirección es, en el fondo, algo natural en toda relación entre seres humanos y viene dado por la naturaleza. Pero no es raro que suceda que la ambición del alpinista, el excesivo aprecio de sí mismo o el deseo de deslumbrar a los demás vengan a trastornar este orden natural y de ello se deriven situaciones peligrosas para la cordada o para toda una expedición. Estoy seguro, y muchas veces he observado esto en algunos de mis amigos y en mí mismo, de que el que lleva la delantera rinde más especialmente cuando se trata de asegurar al compañero. En el caso de Peter y yo, estos cambios de liderazgo se efectúan con tanta naturalidad que nunca hemos discutido sobre ello y probablemente por este motivo han tenido éxito la mayor parte de nuestras empresas”.
viernes, 11 de julio de 2008
Frágiles y/o corrientes
(Christian Bobin, Autorretrato con radiador)
jueves, 10 de julio de 2008
El camino de Napoleón
lunes, 7 de julio de 2008
Lirios despreocupados (II)
(C.S. Lewis, Una pena en observación)
domingo, 6 de julio de 2008
sábado, 5 de julio de 2008
lunes, 30 de junio de 2008
Ibón de Ip
sábado, 28 de junio de 2008
Las cruces de Montejurra
miércoles, 25 de junio de 2008
El móvil
(En la imagen, A frente al Anie)