domingo, 28 de diciembre de 2008

Caminos de hierro



El camino ancho y brillante por el que se alejan los dos paseantes de la fotografía es parte de la herencia del Plazaola, el tren que unió Pamplona y San Sebastián entre 1914 y 1953. El ferrocarril se puso en marcha en 1902 con el fin de transportar el hierro que se extraía de las minas de Plazaola, en Guipúzcoa, y su recorrido apenas sumaba 22 kilómetros, los necesarios para llegar a Andoáin. El historiador Juan José Martinena Ruiz tiene escrito que el 19 de octubre de 1910 se obtuvo una nueva concesión para prolongar la línea hasta la capital navarra (55,983 kilómetros) y que un año después se pudo ampliar el trazado desde Andoáin a Lasarte, donde a su vez los trenes podrían empalmar con la línea que se dirigía a San Sebastián. La solemne inauguración del itinerario Pamplona-San Sebastián tuvo lugar el 19 de enero de 1914. Era entonces obispo de Pamplona Fray José López Mendoza y él fue quien bendijo el tren en la estación de Huici. El ferrocarril —añade Juan José Martinena— era de vía estrecha y tracción a vapor. Las locomotoras, tipo Krauss, fueron construidas en las fábricas alemanas Maffei, de Munich, en 1913. En Pamplona, el Plazaola tuvo originalmente la estación en la avenida de Zaragoza, donde más tarde se levantó la Casa Sindical. Después la estación se desplazó a la avenida del Conde Oliveto, frente al antiguo edificio de Autobuses, reconvertido estos días en una pista cubierta de patinaje sobre hielo. De allí partían los trenes por la actual avenida de Sancho el Fuerte, que se diseñó precisamente sobre el trazado de las vías: de ahí la curva un tanto insólita que dibuja en los primeros compases. En 1946, el trayecto entre las dos capitales tenía una duración de tres horas y 45 minutos. Las riadas de octubre de 1953 se llevaron varios puentes y dañaron seriamente algunos tramos del recorrido, que ya no volvió a recuperarse. Hoy, la llamada Vía Verde del Plazaola permite desenterrar los recuerdos de aquella época en un paseo lleno de túneles, de paisajes y de historia.

Buzones a dos aguas



El buzón del Arrubi (arriba, a la izquierda) se encuentra un tanto desvencijado, quizá porque la cumbre nunca ha merecido la atención y las visitas de las montañas más próximas. Una de éstas es el Ganbo Txiki. Su cima está coronada por un buzón con forma de tienda de campaña. A la izquierda se distingue la pirámide del Txindoki. El Ganbo (abajo, a la izquierda) también exhibe un buzón de trazos sencillos y colores previsibles: es la casa que dibujaría cualquier niño, siempre que los arquitectos lo permitan. Txindoki, Arrubi, Ganbo Txiki y Ganbo se puede unir sin problemas en una única excursión, con salida y llegada en Larraitz. El buzón que cierra la serie es el de Peña, en la muga de Navarra con Zaragoza, cerca de Sangüesa y Gabarderal, a sólo unos pasos del cementerio pequeño y abandonado que guarda la tumba del aviador inglés.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Belén viviente



Fue el domingo, cerca de Huici. Las cuatro ovejas ofrecían una estampa tan apacible y luminosa, que resultaba fácil imaginar por los alrededores el resto del belén: los pastores curtidos e inmóviles, una hilandera apostada junto al recio caserío, el burro que avanza dócil y pesadamente, la zagala que sostiene el cántaro sin perder nunca el equilibrio, los pajes de túnicas coloristas, los camellos altivos, los cofres de aromas penetrantes, el viejo que carga con un par de conejos, las gallinas inquietas, el riachuelo de aguas brillantes, incluso un rumor de ángeles que desciende de la cumbre cercana del Atume. Lo fácil sería decir que aquellas cuatro ovejas podrían incorporarse con todo derecho a un belén viviente. Y lo cierto es que realmente forman parte de un belén, de un belén viviente: el que empezó a organizarse hace dos mil años, el mismo por el que caminamos nosotros, unos por el monte y otros por la ciudad, a veces desorientados, a veces esperanzados, con razones o sin ellas, unos ajenos al sentido de los propios pasos, otros tratando de encontrarlo, pero todos, de un modo u otro, buscando en las jornadas siempre iguales el rastro de la zagala esbelta, el perfil majestuoso de los magos o el camino que tomaron los pastores. Todos, conscientes o no, dispuestos a asomarnos a la escena que preside a la vez la historia, los belenes y nuestras vidas. Felices Navidades.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Gracias



Ocurrió el 7 de diciembre a la una del mediodía. A la vez que G admiraba el paisaje invernal desde la antecima del Txamantxoia, S y los suyos buscaban por el fondo del valle la ruta del paraíso. No podían verse porque les separaban mil metros de altitud, pero hubo un momento en el que uno y otros estuvieron mirándose, sin saberlo, sin conocerse. Fue una coincidencia temporal y geográfica que se ha puesto de manifiesto a través de la blogosfera. Es también la excusa que necesitaba para dar las gracias a todos aquellos que en los últimos doce meses han establecido un enlace con este blog. El recorrido por las distintas direcciones permite además improvisar una interesante y ¿heterogénea? cordillera virtual. Ahí va la ruta, ordenada alfabéticamente:
(Es probable que haya ausencias: si alguien no se ha dado por aludido, que avise).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Árbol



Parece solo, desprotegido y frágil, pero está incubando el esplendor de la primavera y la sombra fresca que ofrecerá en verano a quienes traten de alcanzar la cima del Txamantxoia desde el valle de Belagua.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Nombres



En el Génesis, "hace ya mucho tiempo", el hombre puso nombre a los animales. En el monte se produce con frecuencia un fenómeno similar: los de la foto son G y F bautizando las cimas que rodean la Llana del Bozo, en el Pirineo de Huesca.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Niebla (II)



A veces la niebla es un estímulo: es preciso afrontarla —y padecer las dudas y el frío y las tensiones— para saborear después el brillo de las cumbres y los lazos de la cordada.

(En la foto, tomada en la cima del Lákora, las nubes arremeten como un mar embravecido contra la muralla pirenaica. La niebla de la ascensión era ya sólo un recuerdo).

Niebla (I)



A veces la niebla confunde los caminos: la ascensión resulta más dura y más incierta, surgen las dudas, los mapas pierden consistencia, los recuerdos se desdibujan, afloran las tensiones, las metas se tambalean, los pasos se desorientan y el frío es más húmedo y más penetrante.

(En la foto, H desciende preocupado de Lapaquiza. Al fondo, el bosque de Aztaparreta muestra fugazmente la ruta adecuada).

domingo, 30 de noviembre de 2008

Mapas para llegar a la vida



El arquitecto Charles Balanda no tenía ni idea de la naturaleza: “Sotos, oquedales, landas, praderas, pastizales, oteros, bosquecillos, linderos, enramadas… Conocía las palabras pero no habría sabido bien dónde situarlas en una relación topográfica… Nunca había construido nada lejos de las ciudades y no recordaba ningún libro que pudiera consultar”. Cuando encontró a Kate y a los niños en la granja acogedora y silvestre de Les Marzeray, descubrió a la vez la naturaleza y su propia vida. O quizá sería más preciso decir que descubrió la manera tan estúpida y tan convencional en que estaba desperdiciando su vida. Hay que leer El Consuelo, la última novela de Anna Gavalda, para hacerse cargo de la novedad y del alcance de su hallazgo. H y J conocen bien la naturaleza y la vida. Cuando aquel día de verano se detuvieron en la ladera del Lákora para consultar el mapa sólo buscaban nuevos caminos para llegar a la felicidad que ya habían disfrutado antes en tantas cimas.

Un horizonte prometedor



Es un horizonte gris, pero prometedor: anuncia la excursión que está a punto de empezar junto al Caballo Blanco, en las inmediaciones de la Catedral de Pamplona. Son las ventajas de concertar la cita en un rincón tan original.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Amanita muscaria



La Amanita muscaria es una seta vistosa, frecuente y alucinógena. El ejemplar de la imagen se protegía de los vientos cortantes de noviembre en un pinar de la sierra de Illón. En algunos libros se afirma que la fina cutícula que recubre su sombrero es un matamoscas excepcional si se mezcla con leche. El único que la ha probado delante de las cámaras es el oso de Jean Jacques Annaud: el resultado sigue siendo una escena memorable.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Un paisaje a la medida de un santo



Casi todos los datos referidos a la vida de San Francisco Javier tienen un carácter superlativo. Desde que en 1541 zarpó de Lisboa hasta que murió en 1552 en la remota isla de Sancián, el infatigable misionero navegó a lo largo de 46.500 millas marinas, que equivalen a 86.000 kilómetros. En el Sur de India bautizó personalmente a más de diez mil personas. Si los recorridos que llevó a cabo sobre el mapamundi del siglo XVI se sitúan sobre un plano actual, se descubre que estuvo en trece países: España, Francia, Italia, Portugal, Mozambique, Kenia, Yemen, India, Sri Lanka, Malasia, Indonesia, Japón y China. Escribió 190 cartas de las que se han conservado 108. Se hizo entender en idiomas exóticos e impenetrables como el tamil, el bahasa o el japonés. Conoció casi todos los medios de navegación de la época, desde las naos portuguesas hasta las korakoras que empleaban los habitantes de las Molucas o los juncos que pilotaban furtivamente los comerciantes y los piratas chinos. Trató a reyes y virreyes y compartió las frágiles chozas de los pescadores del cabo de Comorín. Fue recibido en palacios imperiales y se adentró en la selva inexplorada de Morotai, una isla habitada únicamente por tribus hostiles y caníbales, ya próxima a Nueva Zelanda. Ante semejante biografía, parece claro que la única cumbre que se le podía dedicar en Navarra era la más alta: la Mesa de los Tres Reyes. Allí siguen la imagen de bronce que sustituyó a la monumental estatua colocada en 1952 y una maqueta del castillo de Javier realizada en acero inoxidable. Pero quizá lo más ajustado al espíritu del admirable jesuita sea el paisaje: un horizonte sin medida para el ímpetu incontenible de un santo.

Más buzones



El Ezpondarri (arriba, a la izquierda) se asoma a la vez a los valles de Aézcoa, Salazar y Urraúl Alto. Su buzón recuerda a algunos hornos que se utilizan para asar castañas. El Mendaur (arriba, a la derecha) está coronado por una ermita dedicada a la Santísima Trinidad y por un caserío de forja que imita el estilo de los que se intuyen al fondo del valle, a orillas del Bidasoa. Lakartxela (abajo, a la izquierda) es uno de los primeros dosmiles pirenaicos. El buzón que decora la cima ofrece un perfil dudoso. Al fondo, en cambio, se recorta la pirámide inconfundible del Orhy. En el Baigura (abajo, a la derecha), un buzón puntiagudo compensa el relieve suave y redondeado de la cumbre.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Colores



S trata de sacarle los colores al Anayet en los últimos compases de la ascensión.

Un silencio incontaminado



Ukerdi es un lugar totalmente incontaminado, un ejemplo real de cómo sería un bosque que nunca hubiera sufrido la presión del género humano o del ganado. Se encuentra en el corazón de Larra, en el Pirineo, y es una de las tres reservas integrales que el Gobierno de Navarra declaró en 1987 y que son, teóricamente, los espacios mejor conservados de la Comunidad Foral. Las otras dos son el bosque de Aztaparreta, un hayedo abetal que rodea la proa majestuosa del Txamantxoia, y Lizardoya, un reducto de la selva del Irati que, según cuentan, se salvó de sucesivas explotaciones forestales gracias al empeño de Víctor Torres, un antiguo ingeniero de Montes de Diputación. Ukerdi, que suma 322,5 hectáreas de relieve intrincado y desigual, tiene un acceso difícil, algo que seguramente ha contribuido a su singularidad. El único camino que lo recorre es la vieja senda que conduce a la Mesa de los Tres Reyes a través del collado de Larrería. Hayas de todas las edades y tamaños envuelven al caminante. El suelo está sembrado de troncos viejos y retorcidos, y también de arbustos novedosos y variados que sirven de refugio a los últimos urogallos. Pero quizá lo más llamativo es el silencio: es un silencio antiguo, distinto, imponente y acogedor a un tiempo, un silencio intacto, el último silencio virgen.

lunes, 27 de octubre de 2008

Hayas en el Arnazu



Otra de las ventajas del otoño es que casi siempre invita a mirar al cielo.

sábado, 25 de octubre de 2008

Viajes (des)humanizados



Las autovías y variantes han deshumanizado los viajes en coche: ya no hay curvas inesperadas, ni travesías risueñas, ni comercios improbables, ni mercadillos sorpresivos con puestos de alpargatas o pimientos, ni carteles civilizadamente incorrectos, ni miradas o voces que añadan al viaje la compañía aunque sea efímera de otras personas: ya no hay vida en el paisaje que avanza fugazmente al otro lado del parabrisas. Se agradece por tanto que la nueva carretera que rodea la Foz de Arbayún haya rescatado las ruinas de Iso, el pueblo abandonado que da nombre al puerto. Mientras haya ruinas, hay esperanza. Quizá algún día hasta vuelva a salir humo de la chimenea vieja y señorial que ahora saluda a los conductores.

Otoño



I avanza por el interior de Ukerdi hacia el corazón del otoño.

martes, 14 de octubre de 2008

¿Moras con precio?



Las moras de la fotografía se encontraban cerca de la cima del Calveira, en el valle del Roncal. Había muchas: algunas estaban muy maduras y otras esperaban el último golpe de sol de un verano ya vencido. Las matas se sucedían alborotadamente junto a la recia pista que asciende desde Garde. Hasta hace un año, cualquiera podía subir por esa pista en su vehículo, pero hoy es necesario pagar un peaje para circular en coche por los caminos del valle. Es una variante más de la fórmula que puso en marcha el ayuntamiento de la Ultzama, donde los aficionados a las setas deben abonar cinco euros diarios antes de echarse al monte con la cesta. En ambos casos, únicamente se cobra a los forasteros. Es posible que las dos iniciativas sean sólo el prólogo de una nueva modalidad, y que dentro de un tiempo haya que pagar una cuota para recoger castañas, pacharanes, musgo o boñigas, para asomarse al interior de un hayedo-abetal o para acercarse a las ruinas de un pueblo abandonado. Hasta podría ser que se pusieran tarifas en las distintas cumbres de la geografía foral, con bonos y descuentos para primerizos y jubilados. Una actividad tan entrañable e inofensiva como ir a coger moras acabará teniendo peligrosas consecuencias financieras. Quizá hasta les pongan un código de barras, para amarrar.

sábado, 4 de octubre de 2008

La magia del regreso



El regreso tiene su propia magia: las fuerzas flaquean, se alargan las sombras y las conversaciones, los caminos se iluminan con una luz distinta, empiezan a perfilarse los recuerdos, el corazón se ensancha y la felicidad casi se toca con los dedos. Es una razón más para afrontar los rigores y las rampas del ascenso. La pareja de la imagen caminaba hacia el refugio de Linza después de haber coronado la Mesa de los Tres Reyes. Todo el paisaje parecía haberse conjurado para despedirles.

Paisaje y memoria



"El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe ya como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje. Para el hombre romántico, el paisaje es, además, la fuente originaria y principal de la melancolía".

(Julio Llamazares, El río del olvido. En la imagen, G desciende del Baracea a través de un paisaje que hoy, dos meses después, quizá aliente ya sus melancolías)

lunes, 29 de septiembre de 2008

Más arriba aun



S en Peña Izaga: a veces las cumbres se quedan pequeñas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Pequeñeces



“Con la altura pierden consistencia las pequeñeces humanas”. La frase la escribió J.M.T. en el prólogo a la segunda edición del libro Montes de la Cuenca de Pamplona, pero G la saboreó hace dos semanas sin haberla leído nunca: le bastaron unos segundos de soledad y los 2.554 metros de la Llana del Bozo. En el centro de la imagen se distingue la estación de esquí de Candanchú y, al fondo, a la izquierda, como una sucursal de Mordor en el horizonte pirenaico, la mole oscura y altiva del Midi d’Ossau.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Descenso peligroso



Después de la cima, el descenso a lo desconocido: el riesgo, el frío y los aludes, la niebla, los caminos oscuros y quizá equivocados, el horizonte imposible, los refugios distantes, la sed, la rutina: el paisaje de todos los días.

Buzones (III)



El buzón de Txorrotxarria (arriba, a la izquierda) tiene un diseño personalizado: sirve para guardar tarjetas, como casi todos los demás, pero no se parece a ningún objeto convencional. Al menos ha sobrevivido a los caballos que suelen pastar por los alrededores. La caseta metálica que saluda a los montañeros en la cumbre del Arlás (arriba, a la derecha) equilibra un horizonte siempre dominado por la pirámide inconfundible del Anie. En el Ekaitza (abajo, a la izquierda), una caseta similar vigila la regata del Bidasoa y la línea difusa del Cantábrico que se adivina al fondo. En Balerdi, un buzón con forma de tamboril recuerda a varios montañeros fallecidos.

Buzones (II)



El Tangorri es un monte tan discreto que su buzón se encuentra al borde de un camino, sin ninguna pretensión paisajística. El del Txamantxoia imita con su cubierta dislocada por un rayo el perfil quebrado que ofrecen a su espalda las grandes cimas del Pirineo navarro. En el Aldaón hay una insólita densidad de buzones, aunque todos están igualmente acostumbrados a alternar las nieblas con unas vistas privilegiadas del valle de Larráun. En San Donato o Beriáin, el buzón casi pasa inadvertido entre la ermita y el vértice geodésico que se asoma al corredor de la Barranca.

Buzones (I)



El de arriba a la izquierda se encuentra en la cima del Argintzo y recuerda el brocal de un pozo. No importan su tamaño ni su emplazamiento inverosímil: siempre se podrán extraer de su interior algunas nostalgias quizá oxidadas. La casita con tejado a dos aguas rivaliza con las ruinas de un viejo castillo en la cumbre del Irulegui, en los confines del valle de Aranguren. La Amanita muscaria revela que la temporada de setas no termina nunca en determinados lugares; por ejemplo, en el Irumugarrieta, el pico más alto de la sierra de Aralar. Y el enano de forja parece dispuesto a alumbrar el camino que desciende desde el Treku hacia la tranquila localidad de Goñi.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Hambre, cimas, recuerdos


El 31 de agosto, la organización no gubernamental Acción contra el Hambre promovió una ascensión solidaria al Petrechema. La iniciativa tenía un doble objetivo: llamar la atención sobre los 854 millones de personas que todos los días pasan hambre y servir de homenaje a Iñaki Ochoa de Olza, que fue uno de los impulsores de la idea, y que falleció en el Annapurna el pasado 23 de mayo. Más de 150 montañeros compartieron la subida, según contó en la prensa el periodista Josetxo Imbuluzqueta, que también estuvo. Todos disfrutaron del paisaje que brinda la cima y del sabor de una causa justa. Junto al Petrechema se encuentra la aguja norte de Ansabere, un inmenso y afilado bloque de piedra sólo apto para escaladores con experiencia. Allí falleció el 23 de julio de 1989 Rafael Goñi Erice, un gran amigo de Iñaki. Quince días antes, los dos habían completado juntos la pared principal del Naranjo de Bulnes. El accidente se produjo al desprenderse el bloque de piedra al que estaba amarrada la cuerda. “Decenas de personas habíamos hecho esa vía, pero el bloque se le desprendió a él”, explicó alguna vez Iñaki, sin sospechar que veinte años después tantas personas se reunirían a muy pocos metros para recordarle a él de forma póstuma. En la foto, I contempla el perfil intimidatorio del Petrechema y de la aguja norte de Ansabere desde del camino que desciende de la Mesa de los Tres Reyes.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Leontopodium alpinum


Aquí, sobre mi mesa, un edelweiss
de Peña Blanca, una
estrella arrebatada a las celliscas
y al áspero silencio de las rocas supremas.
De su palacio de cristal azul
en donde su belleza se sumaba
a las constelaciones temblorosas,
a las lágrimas puras del crepúsculo,
yo la bajé por una escalinata
salvaje de fragancias, aguas y trinos
hasta este exilio gris de mis horas.
Ahora
contemplo su cintura de zarina,
su altivo terciopelo, su broche de oro, y viene
a mí toda la luz de Panticosa,
el imposible azul de los ibones,
el látigo de enero en la brecha Latour,
las cascadas, los bosques musicales de Oza,
la fiesta del otoño enBelabarce...
Por esta flor recorro los caminos
que he perdido; por ella
sigo viviendo donde ya no vivo.

(Miguel d’Ors. Es cielo y es azul)

miércoles, 27 de agosto de 2008

Nostalgia repentina


"La figura del médico, la habitación sofocante, el mísero jardincillo de la casa de la que se alejaba, el puerto cegado por el sol, la propia isla, se le iban componiendo en su mente como un cuadro de su vida provinciana, donde toda vicisitud queda reducida a unos límites comunes de mediocridad. Sintió de repente la nostalgia de la alta montaña".

(Giani Stuparich, La isla. En la foto aparece H, que a estas alturas de agosto, ya de vuelta a su reducto de vida provinciana, también tendrá nostalgias de aquella excursión vespertina al Espelunca y del descenso por las canaletas de Ruzquia)

lunes, 25 de agosto de 2008

Girasol


Dicen que nunca dejan de mirar al sol, pero éste trataba de sonreír a los peregrinos que pasaban aquel domingo de agosto junto a Guenduláin, todavía muy lejos de Santiago.

viernes, 22 de agosto de 2008

Un paisaje para enmarcar


En la modesta cima de Iturburúa hay dos hayas que brindan una sombra fresca y acogedora. Sus ramas forman además un improvisado dosel sobre las cumbres más altas de Navarra: la Mesa de los Tres Reyes y el Budoguía. En fin, un buen sitio para descansar y contemplar.

Camaradería


“¿Merecía la pena? Está fuera de duda que la merecía para los que tomamos parte en la aventura. Compartimos una alta empresa, presenciamos espectáculos de extraordinaria grandeza y hermosura. Forjamos una duradera camaradería y vimos madurar sus frutos hasta convertirse en una espléndida realización. Nunca olvidaremos aquellos momentos sublimes vividos en la montaña. La historia de la ascensión al Everest es una historia de cooperación. Si surge de nuestra aventura un mensaje más profundo y duradero que la mera sensación efímera de un hecho físico, creo que es el valor de la camaradería y las numerosas virtudes que se combinan para crearla. La camaradería, sin tener en cuenta razas ni ideas, se forja en la alta montaña, en las dificultades y peligros a que se exponen quienes aspiran a escalarla, en la necesidad de combinar sus esfuerzos para alcanzar el objetivo y en la emoción de una gran aventura compartida”.

(John Hunt, La ascensión al Everest. En la fotografía, P y H comparten un descanso y un trago en el descenso del Ezkaurre Txikia)

martes, 19 de agosto de 2008

Fagus sylvatica


Tiene algo del olmo viejo de Antonio Machado y del ciprés enhiesto de Gerardo Diego. Y hasta se le puede descubrir algún paralelismo con el insólito Pinus nigra que ha cautivado el objetivo de G. Es un haya: nada que ver, por tanto, con “los álamos cantores que guardan el camino y la ribera”, aunque también se encuentra junto a una senda y alegra la marcha de los montañeros que se dirigen hacia el paso de Tacheras. Es un ejemplar solitario y arriesgado, casi un “prodigio isleño”, y “las lluvias de abril y el sol de mayo” renuevan todos los años el aspecto frondoso y acogedor que exhibe en la fotografía. No lo habitan “pardos ruiseñores”, pero a veces los sarrios buscan de puntillas el abrigo oscuro de su sombra. Y al descubrirlo —“señero, dulce, firme”— al pie del imponente murallón de los Alanos, quizá algunos “peregrinos” de “alma sin dueño” han sido alcanzados por una “saeta de esperanza” y han sentido “ansiedades” y “delirios verticales” “hacia la luz y hacia la vida”. Por eso, “antes de que lo descuaje un torbellino”, antes de que una insensible iniciativa urbanística se lo lleve por delante, este blog le rinde el homenaje de cuantos se han alegrado con su presencia y hoy lo recuerdan con nostalgia, como ocurría con aquellos robles de Carballedo que iluminaron la infancia de Miguel d’Ors: “Entonces no eran más que robles y hoy son una parte de mi melancolía”.

lunes, 18 de agosto de 2008

Una familia feliz


“Todas las familias felices se parecen y las desgraciadas lo son cada una a su manera”, se lee en la primera página de Anna Karenina. Ésta de la foto bajaba risueña y locuaz del Petrechema. Se esperaron unos a otros en el collado de Linza y continuaron juntos hacia el fondo del valle, ya envuelto por las primeras sombras del ocaso. En las risas y las voces que fueron sembrando mientras se alejaban se podía adivinar a la vez el entusiasmo de los hijos y el orgullo de los padres. El monte es un buen lugar para sentirse feliz, también en familia.

domingo, 17 de agosto de 2008

Sin miedo


"Estiro las piernas paseando un poco, impregnándome de esta inmensidad de las montañas, de las colinas, de las llanuras, de los bosques y del cielo, inmensidad que tiene una forma, colores y sonidos. A esta inmensidad la llamaría yo la paz. Una paz que nos habla de un pasado o de un porvenir muy lejano, cuando el alma humana tenía, o tendrá, la forma de este paisaje. Me siento vivir sin miedo por primera vez desde que existo".

(Vintila Horia, Dios ha nacido en el exilio. En la imagen, H admira desde la cumbre del Txamantxoia el skyline del Pirineo navarro: el horizonte de un verano memorable)

sábado, 19 de julio de 2008

Soledad


Estaba solo en la cima del Irubelakaskoa. Era francés. Su mochila y su bastón artesano descansaban sobre unas piedras. Miraba hacia el Iparla, amenazado por una tormenta estival. Quizá se miraba a la vez a sí mismo. Llegaron otras personas a la cumbre y hubo un rumor festivo de jadeos, saludos, fotografías y almuerzos, pero nadie se atrevió a interrumpirle: su soledad parecía sincera. Al fondo de la imagen, a la derecha, se distingue el perfil del Auza, el monte más alto del Baztán. Según contaron los periódicos, fue allí, en alguna ladera discreta y próxima a la muga, donde Txeroki impartió las últimas instrucciones al comando que perpetró el atentado de la T-4 de Barajas. Aquella explosión costó la vida a Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. Podría ser que ambos estuviesen hoy vivos si Txeroki también se hubiera sentado frente al paisaje y frente a sí mismo.

viernes, 18 de julio de 2008

Collado de Anayet



A veces el hombre es la medida del paisaje, incluso a su pesar.

lunes, 14 de julio de 2008

La cordada



Podría decirse de Peter Habeler que es una referencia indispensable en la historia del montañismo, pero sería poco. Peter Habeler —que ensaya una sonrisa con aire tímido a la izquierda de la imagen— es el compañero que todos los alpinistas hubiesen querido tener a su lado en cualquier paisaje mínimamente vertical. Su nombre no es tan conocido como el de Reinhold Messner —a la derecha de la fotografía—, pero compartió con él varias gestas que luego alimentarían algunos de los clásicos de la literatura alpina, desde la cara norte del Eiger o el espolón Walker de las Grandes Jorasess hasta la pared sur del Dhaulagiri o el Everest sin oxígeno. En el libro Las grandes paredes, Reinhold Messner le dedicó unos párrafos que quizá le hacen justicia y que encierran algunas reflexiones muy útiles para muchos aspectos de la vida, incluido el montañismo. “La elección correcta del compañero para una determinada empresa alpinística constituye una condición previa básica para el éxito —escribió el pionero de los catorce ochomiles—. La confianza mutua tiene que ser muy grande; especialmente en los casos críticos, puede incluso depender de ella el hecho de salvar la vida. En mi carrera alpinística no he conocido hasta ahora a mejor compañero que Peter Habeler. Siempre nos hemos entendido estupendamente. La causa de ello no estriba únicamente en que Peter es un gran experto, que sus condiciones son siempre magníficas y que a mí me encanta su carácter, sino simplemente su modo de ser (…). En una ascensión, uno asume intuitivamente el liderazgo moral y/o el liderazgo físico. También con Peter y yo ocurre así, con la única diferencia de que esta situación cambia a menudo durante una misma escalada, y en cada momento asume la dirección de la cordada aquel de los dos que domina mejor la situación. En ello no se origina entre nosotros rivalidad alguna. Según como vayan desarrollándose las cosas, es uno y otro quien va delante (…). El hecho de que en cualquier momento sea el más fuerte quien asuma la dirección es, en el fondo, algo natural en toda relación entre seres humanos y viene dado por la naturaleza. Pero no es raro que suceda que la ambición del alpinista, el excesivo aprecio de sí mismo o el deseo de deslumbrar a los demás vengan a trastornar este orden natural y de ello se deriven situaciones peligrosas para la cordada o para toda una expedición. Estoy seguro, y muchas veces he observado esto en algunos de mis amigos y en mí mismo, de que el que lleva la delantera rinde más especialmente cuando se trata de asegurar al compañero. En el caso de Peter y yo, estos cambios de liderazgo se efectúan con tanta naturalidad que nunca hemos discutido sobre ello y probablemente por este motivo han tenido éxito la mayor parte de nuestras empresas”.

viernes, 11 de julio de 2008

Frágiles y/o corrientes


“Ya están aquí los tulipanes nuevos, aún tímidos, sus gruesos pétalos cerrados, como si fuesen pinzas de cangrejo, son de color rosa, un rosa anaranjado, sería necesario un pintor para acogerlos dignamente, alguien que abriese una vía real, desde el ojo hasta el espíritu, sin el intermediario ruidoso de las palabras. Os amo, muchachos, y amo con igual intensidad a vuestras parientes lejanas, las flores silvestres de los eriales, las que son demasiado frágiles o corrientes para tener un valor comercial. Os amo y amo con igual amor a los cardillos, como amo a cada átomo de esta materia: la mancha que está en el techo de la sala, justo encima de mi cabeza cuando escribo, me parece tan principesca como un sol, me produce la misma alegría”.

(Christian Bobin, Autorretrato con radiador)

jueves, 10 de julio de 2008

El camino de Napoleón

El camino de Napoleón es una ruta alfombrada de hojas e historias que une la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port con la colegiata de Roncesvalles. Miles de peregrinos a Santiago han pulido durante años su trazado exigente y silvestre, y han dejado un eco de voces en muchos idiomas. El nombre del itinerario se debe, al parecer, a algunos acontecimientos ocurridos hace 200 años. El 6 de febrero de 1808, 2.000 soldados a las órdenes del general D’Armagnac cruzaron la frontera por esa ruta y se alojaron en Roncesvalles antes de seguir su recorrido hacia Pamplona. No podían sospechar entonces que la guerra que estaban a punto de iniciar les iba a resultar tan adversa. Pero así fue: cinco años después, en 1813, los 35.000 hombres del mariscal Soult volvieron a Francia por el mismo camino, derrotados y exhaustos. En un rincón de la senda, cerca ya del collado de Lepoeder, descansan las ruinas de una vieja construcción. Son apenas un montón de piedras toscamente pulidas que buscan el abrigo de las hayas. Hay quien sostiene que allí durmió Napoleón cuando volvía vencido a París. Es un dato de difícil comprobación, pero no importa: paseantes, peregrinos, montañeros y vecinos lo han incorporado al acervo local sin mayores complicaciones. Quizá con el tiempo se añadan algunos detalles del tipo “Maldijo su suerte recostado en ese árbol” o “Juró venganza desde aquel barranco”.

lunes, 7 de julio de 2008

Lirios despreocupados (II)

“A veces, Señor, se ve uno tentado a decir que si hubierais querido que nuestro comportamiento fuera como el de los lirios del campo, nos habríais dado una organización más parecida a la de ellos. Pero supongo que esto es simplemente vuestro gran experimento. O no; quizá no sea un experimento, ya que no tenéis necesidad de confirmar nada. Mejor sería decir que es vuestro gran proyecto: crear un organismo que sea espíritu al mismo tiempo; crear esa formidable paradoja que es el ‘animal espiritual’. Coger a un pobre primate, una bestia con los nervios a flor de piel, una criatura cuyo estómago pide ser saciado, un animal reproductor que necesita a su pareja, y decirle: ‘Venga, y ahora conviértete en un dios’”.

(C.S. Lewis, Una pena en observación)

domingo, 6 de julio de 2008

Lirios despreocupados

Ni Salomón en toda su gloria.

(Cf. Lc. 12, 27)

sábado, 5 de julio de 2008

Fácil

"Qué bueno es saber que uno es feliz cuando está siendo feliz. Y qué facil nos lo pone el monte".

(La frase es de J. La disparó a bocajarro, desde Uruguay, en un correo electrónico. El montañero contemplativo es S y a sus pies, bajo la nieve, deberían estar los ibones de Anayet)

lunes, 30 de junio de 2008

Ibón de Ip



Hay espejos que siempre reflejan fielmente la belleza: no importan los años ni la pesadumbre ni la vanidad.

sábado, 28 de junio de 2008

Las cruces de Montejurra

En Montejurra, los caminos conducen a la vez hacia la cumbre y hacia la historia. El 16 de noviembre de 1835 tuvo lugar en torno a la cima una batalla que enfrentó a las tropas del general Cristino Fernández de Córdova y a las que mandaba el general Eguía, uno de los militares carlistas de la primera hora. Cuarenta años más tarde, entre el 7 y el 9 de noviembre de 1873, ya en la tercera guerra, la montaña y sus alrededores fueron el escenario del formidable enfrentamiento que sostuvieron 17.000 liberales y 9.000 carlistas. La victoria fue para los segundos, animados por la presencia del pretendiente Carlos VII. A raíz de aquel desenlace, Montejurra se convirtió en la gran cita del carlismo: todos los años se celebraba una romería que terminaba junto a la ermita de San Ciprián y la gruta del Cristo negro. En los últimos años del régimen de Franco, el encuentro fue además uno de los pocos actos de oposición a la dictadura más o menos concurridos. En varias ocasiones se celebró de forma semiclandestina. La historia más reciente de Montejurra está marcada por los sucesos que tuvieron lugar durante la romería del 9 de mayo de 1976. El carlismo se hallaba dividido entonces entre los partidarios de Carlos Hugo de Borbón Parma —que pretendía reorientar el movimiento hacia el “socialismo autogestionario”— y la Comunión Tradicionalista Carlista. Los incidentes fueron la consecuencia de un montaje presuntamente diseñado por los servicios secretos españoles bajo el nombre de “Operación Reconquista”: se quería rescatar el nombre sagrado de Montejurra y se eligió a Sixto de Borbón-Parma, hermano de Carlos Hugo, como cabeza visible de todos aquellos que se sentían traicionados por la deriva ideológica del carlismo oficial. A la cita acudieron tradicionalistas de buena fe, pero también mercenarios y activistas de la ultraderecha que con el tiempo formarían parte del Batallón Vasco Español y de los GAL. El día de la romería, con el monte ocupado “militarmente” por las “tropas” de Sixto y una Guardia Civil sospechosamente pasiva, los enfrentamientos no se hicieron esperar. Hubo disparos junto al Monasterio de Irache y al lado de la cima, y el balance fue de dos muertos: Aniano Jiménez Santos y Ricardo García Pellejero.

miércoles, 25 de junio de 2008

El móvil

Quizá todas las razones se puedan reducir finalmente a aquella que dio George Mallory a quienes se interesaban por su interés en ascender el Everest: "Porque está ahí".

(En la imagen, A frente al Anie)

domingo, 22 de junio de 2008

Aquellos maravillosos años


Circulan con cierta profusión por Internet algunas sofisticadas trampas de carácter nostálgico. Uno abre despreocupadamente el mensaje remitido por un amigo o un familiar —de la misma edad: eso es importante— y se encuentra con un festival anacrónico de personajes, juguetes, series, chucherías o efemérides, una auténtica magdalena de Proust en versión cibernética. El recuerdo simultáneo de los Madelman, el regaliz de palo, Los Hombres de Harrelson, la pifia de Cardeñosa, los chicles Cheiw o los zapatos Gorila puede desencadenar un risueño viaje al pasado y un peligrosísimo retorno al presente. El horizonte dentado de la imagen tiene un efecto similar entre muchos montañeros navarros: es el que se divisa desde el puerto de Las Coronas, entre Navascués y Burgui, y ofrece un catálogo perfecto de las cumbres que abrieron las puertas del Pirineo a tantas biografías de altura, cuando ya San Donato o el Urkulu se quedaban pequeños, cuando el Txurregi empezaba a perder su encanto, cuando los caminos del Sayoa, el Adi o Peña Izaga habían revelado todos sus secretos. Repasando el perfil quebrado de la última línea —la más cercana al cielo—, cualquier veterano podrá ir encadenando los nombres, desde el Anie hasta el Collarada pasando por la Mesa, el Petrechema, el Acherito, el Ezcaurre, los Alanos, el Peñaforca, el Castillo de Acher, el Bisaurín y hasta el Anayet, pero podrá volver además a sus primeras ascensiones, cuando todo era nuevo, cuando los senderos y las cumbres aún estaban por estrenar, cuando el horizonte no se terminaba nunca.

viernes, 20 de junio de 2008

Father and Son

Se titula Father and Son y es una de las mejores canciones de Cat Stevens. En tres minutos y cuatro estrofas, un padre y un hijo alternan los argumentos y las impresiones que han intercambiado casi todos los padres y los hijos que en el mundo han sido. El padre emplea razones del estilo “No es tiempo para hacer un cambio”, “Todavía eres muy joven”, “Hay tanto que tienes que saber”, “Con tranquilidad puedes encontrar lo que buscas” o “Tomatelo con calma”. El hijo se defiende con ideas del tipo “Siempre es la misma vieja historia”, “Ahora es mi turno”, “Sé que tengo que marcharme”, “Es duro, pero es más difícil ignorarlo”. La canción es conmovedora porque también la melodía y la voz de Cat Stevens reproducen el abismo que separa a una generación de otra: apenas hace falta seguir la letra para saber qué se están diciendo el padre y el hijo. La foto que ilustra estas líneas es un trasunto montañero de “la misma vieja historia”: J observa a media ladera cómo su hijo M desciende del Anie empujado a la vez por la euforia de la cumbre y la inexperiencia de sus doce años.

sábado, 14 de junio de 2008

Penitente y montañero

El crucero de la fotografía se levanta a la entrada de Goñi y recuerda al penitente más austero y conocido del medievo foral. Es curioso: no hay ningún dato histórico sobre Teodosio de Goñi por mucho que Navarro Villoslada le diera un protagonismo destacado en los orígenes del Reino de Navarra, pero las referencias a su leyenda permiten hilvanar un documentado itinerario entre la localidad que le proporcionó el apellido y el santuario de San Miguel de Aralar, uno de los iconos del montañismo navarro. Hay decenas de versiones sobre lo ocurrido, pero todas igualmente inciertas. Se asume que los hechos tuvieron lugar en el siglo VIII, durante el reinado de Witiza. Los musulmanes avanzaban hacia el interior de la península y Teodosio marchó a la guerra dejando en Goñi a su joven esposa, Constanza de Butrón. Combatió con energía y destreza a los infieles y regresó a su tierra con ocasión de alguna tregua. Cerca ya del pueblo, en un paraje conocido como Errotabidea, un misterioso ermitaño encendió las dudas del guerrero a propósito de la fidelidad de Constanza. Teodosio apretó el paso y llegó a Goñi poco después del amanecer. Entró lleno de resolución y de celos a Larrañarenetxea, la casa familiar de su esposa, y distinguió en la penumbra de la alcoba los cuerpos de dos personas que dormían pacíficamente. Cegado por la ira, desenvainó su espada y los atravesó. Salió confuso y enfurecido a la calle y vio a Constanza, que volvía de la iglesia. “¿Quiénes eran entonces los que estaban en el dormitorio?”, le preguntó aturdido. “Eran tus padres —le explicó ella—. Como estaba muy sola, les propuse que se instalaran en nuestra casa”. Teodosio confesó su crimen al párroco de Goñi, Juan de Vergara, pero éste le remitió al obispo de Pamplona, que a su vez lo envió al Papa. El joven marchó decidido a Roma, donde el Sumo Pontífice le impuso como penitencia llevar una gruesa cadena ceñida a la cintura. Teodosio añadió a esa disposición la de vivir solo, entregado sin testigos a la reparación de su pecado. Malvivió durante siete años por las sierras de Andía y Aralar, hasta que un día sufrió el ataque de un dragón que escupía fuego por la boca. “San Miguel me valga”, exclamó el penitente ante aquella aparición súbita y terrible. Irrumpió entonces en la escena el mismísimo arcángel, que mató al dragón y soltó las cadenas de Teodosio. Éste, agradecido, levantó en aquel lugar una pequeña ermita, origen del actual santuario de Aralar. Así lo recuerda la inscripción que tiene grabada el crucero de la imagen: “El pueblo de Goñi, a don Teodosio, fundador de San Miguel in Excelsis”.