miércoles, 27 de agosto de 2008

Nostalgia repentina


"La figura del médico, la habitación sofocante, el mísero jardincillo de la casa de la que se alejaba, el puerto cegado por el sol, la propia isla, se le iban componiendo en su mente como un cuadro de su vida provinciana, donde toda vicisitud queda reducida a unos límites comunes de mediocridad. Sintió de repente la nostalgia de la alta montaña".

(Giani Stuparich, La isla. En la foto aparece H, que a estas alturas de agosto, ya de vuelta a su reducto de vida provinciana, también tendrá nostalgias de aquella excursión vespertina al Espelunca y del descenso por las canaletas de Ruzquia)

lunes, 25 de agosto de 2008

Girasol


Dicen que nunca dejan de mirar al sol, pero éste trataba de sonreír a los peregrinos que pasaban aquel domingo de agosto junto a Guenduláin, todavía muy lejos de Santiago.

viernes, 22 de agosto de 2008

Un paisaje para enmarcar


En la modesta cima de Iturburúa hay dos hayas que brindan una sombra fresca y acogedora. Sus ramas forman además un improvisado dosel sobre las cumbres más altas de Navarra: la Mesa de los Tres Reyes y el Budoguía. En fin, un buen sitio para descansar y contemplar.

Camaradería


“¿Merecía la pena? Está fuera de duda que la merecía para los que tomamos parte en la aventura. Compartimos una alta empresa, presenciamos espectáculos de extraordinaria grandeza y hermosura. Forjamos una duradera camaradería y vimos madurar sus frutos hasta convertirse en una espléndida realización. Nunca olvidaremos aquellos momentos sublimes vividos en la montaña. La historia de la ascensión al Everest es una historia de cooperación. Si surge de nuestra aventura un mensaje más profundo y duradero que la mera sensación efímera de un hecho físico, creo que es el valor de la camaradería y las numerosas virtudes que se combinan para crearla. La camaradería, sin tener en cuenta razas ni ideas, se forja en la alta montaña, en las dificultades y peligros a que se exponen quienes aspiran a escalarla, en la necesidad de combinar sus esfuerzos para alcanzar el objetivo y en la emoción de una gran aventura compartida”.

(John Hunt, La ascensión al Everest. En la fotografía, P y H comparten un descanso y un trago en el descenso del Ezkaurre Txikia)

martes, 19 de agosto de 2008

Fagus sylvatica


Tiene algo del olmo viejo de Antonio Machado y del ciprés enhiesto de Gerardo Diego. Y hasta se le puede descubrir algún paralelismo con el insólito Pinus nigra que ha cautivado el objetivo de G. Es un haya: nada que ver, por tanto, con “los álamos cantores que guardan el camino y la ribera”, aunque también se encuentra junto a una senda y alegra la marcha de los montañeros que se dirigen hacia el paso de Tacheras. Es un ejemplar solitario y arriesgado, casi un “prodigio isleño”, y “las lluvias de abril y el sol de mayo” renuevan todos los años el aspecto frondoso y acogedor que exhibe en la fotografía. No lo habitan “pardos ruiseñores”, pero a veces los sarrios buscan de puntillas el abrigo oscuro de su sombra. Y al descubrirlo —“señero, dulce, firme”— al pie del imponente murallón de los Alanos, quizá algunos “peregrinos” de “alma sin dueño” han sido alcanzados por una “saeta de esperanza” y han sentido “ansiedades” y “delirios verticales” “hacia la luz y hacia la vida”. Por eso, “antes de que lo descuaje un torbellino”, antes de que una insensible iniciativa urbanística se lo lleve por delante, este blog le rinde el homenaje de cuantos se han alegrado con su presencia y hoy lo recuerdan con nostalgia, como ocurría con aquellos robles de Carballedo que iluminaron la infancia de Miguel d’Ors: “Entonces no eran más que robles y hoy son una parte de mi melancolía”.

lunes, 18 de agosto de 2008

Una familia feliz


“Todas las familias felices se parecen y las desgraciadas lo son cada una a su manera”, se lee en la primera página de Anna Karenina. Ésta de la foto bajaba risueña y locuaz del Petrechema. Se esperaron unos a otros en el collado de Linza y continuaron juntos hacia el fondo del valle, ya envuelto por las primeras sombras del ocaso. En las risas y las voces que fueron sembrando mientras se alejaban se podía adivinar a la vez el entusiasmo de los hijos y el orgullo de los padres. El monte es un buen lugar para sentirse feliz, también en familia.

domingo, 17 de agosto de 2008

Sin miedo


"Estiro las piernas paseando un poco, impregnándome de esta inmensidad de las montañas, de las colinas, de las llanuras, de los bosques y del cielo, inmensidad que tiene una forma, colores y sonidos. A esta inmensidad la llamaría yo la paz. Una paz que nos habla de un pasado o de un porvenir muy lejano, cuando el alma humana tenía, o tendrá, la forma de este paisaje. Me siento vivir sin miedo por primera vez desde que existo".

(Vintila Horia, Dios ha nacido en el exilio. En la imagen, H admira desde la cumbre del Txamantxoia el skyline del Pirineo navarro: el horizonte de un verano memorable)