lunes, 29 de septiembre de 2008

Más arriba aun



S en Peña Izaga: a veces las cumbres se quedan pequeñas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Pequeñeces



“Con la altura pierden consistencia las pequeñeces humanas”. La frase la escribió J.M.T. en el prólogo a la segunda edición del libro Montes de la Cuenca de Pamplona, pero G la saboreó hace dos semanas sin haberla leído nunca: le bastaron unos segundos de soledad y los 2.554 metros de la Llana del Bozo. En el centro de la imagen se distingue la estación de esquí de Candanchú y, al fondo, a la izquierda, como una sucursal de Mordor en el horizonte pirenaico, la mole oscura y altiva del Midi d’Ossau.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Descenso peligroso



Después de la cima, el descenso a lo desconocido: el riesgo, el frío y los aludes, la niebla, los caminos oscuros y quizá equivocados, el horizonte imposible, los refugios distantes, la sed, la rutina: el paisaje de todos los días.

Buzones (III)



El buzón de Txorrotxarria (arriba, a la izquierda) tiene un diseño personalizado: sirve para guardar tarjetas, como casi todos los demás, pero no se parece a ningún objeto convencional. Al menos ha sobrevivido a los caballos que suelen pastar por los alrededores. La caseta metálica que saluda a los montañeros en la cumbre del Arlás (arriba, a la derecha) equilibra un horizonte siempre dominado por la pirámide inconfundible del Anie. En el Ekaitza (abajo, a la izquierda), una caseta similar vigila la regata del Bidasoa y la línea difusa del Cantábrico que se adivina al fondo. En Balerdi, un buzón con forma de tamboril recuerda a varios montañeros fallecidos.

Buzones (II)



El Tangorri es un monte tan discreto que su buzón se encuentra al borde de un camino, sin ninguna pretensión paisajística. El del Txamantxoia imita con su cubierta dislocada por un rayo el perfil quebrado que ofrecen a su espalda las grandes cimas del Pirineo navarro. En el Aldaón hay una insólita densidad de buzones, aunque todos están igualmente acostumbrados a alternar las nieblas con unas vistas privilegiadas del valle de Larráun. En San Donato o Beriáin, el buzón casi pasa inadvertido entre la ermita y el vértice geodésico que se asoma al corredor de la Barranca.

Buzones (I)



El de arriba a la izquierda se encuentra en la cima del Argintzo y recuerda el brocal de un pozo. No importan su tamaño ni su emplazamiento inverosímil: siempre se podrán extraer de su interior algunas nostalgias quizá oxidadas. La casita con tejado a dos aguas rivaliza con las ruinas de un viejo castillo en la cumbre del Irulegui, en los confines del valle de Aranguren. La Amanita muscaria revela que la temporada de setas no termina nunca en determinados lugares; por ejemplo, en el Irumugarrieta, el pico más alto de la sierra de Aralar. Y el enano de forja parece dispuesto a alumbrar el camino que desciende desde el Treku hacia la tranquila localidad de Goñi.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Hambre, cimas, recuerdos


El 31 de agosto, la organización no gubernamental Acción contra el Hambre promovió una ascensión solidaria al Petrechema. La iniciativa tenía un doble objetivo: llamar la atención sobre los 854 millones de personas que todos los días pasan hambre y servir de homenaje a Iñaki Ochoa de Olza, que fue uno de los impulsores de la idea, y que falleció en el Annapurna el pasado 23 de mayo. Más de 150 montañeros compartieron la subida, según contó en la prensa el periodista Josetxo Imbuluzqueta, que también estuvo. Todos disfrutaron del paisaje que brinda la cima y del sabor de una causa justa. Junto al Petrechema se encuentra la aguja norte de Ansabere, un inmenso y afilado bloque de piedra sólo apto para escaladores con experiencia. Allí falleció el 23 de julio de 1989 Rafael Goñi Erice, un gran amigo de Iñaki. Quince días antes, los dos habían completado juntos la pared principal del Naranjo de Bulnes. El accidente se produjo al desprenderse el bloque de piedra al que estaba amarrada la cuerda. “Decenas de personas habíamos hecho esa vía, pero el bloque se le desprendió a él”, explicó alguna vez Iñaki, sin sospechar que veinte años después tantas personas se reunirían a muy pocos metros para recordarle a él de forma póstuma. En la foto, I contempla el perfil intimidatorio del Petrechema y de la aguja norte de Ansabere desde del camino que desciende de la Mesa de los Tres Reyes.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Leontopodium alpinum


Aquí, sobre mi mesa, un edelweiss
de Peña Blanca, una
estrella arrebatada a las celliscas
y al áspero silencio de las rocas supremas.
De su palacio de cristal azul
en donde su belleza se sumaba
a las constelaciones temblorosas,
a las lágrimas puras del crepúsculo,
yo la bajé por una escalinata
salvaje de fragancias, aguas y trinos
hasta este exilio gris de mis horas.
Ahora
contemplo su cintura de zarina,
su altivo terciopelo, su broche de oro, y viene
a mí toda la luz de Panticosa,
el imposible azul de los ibones,
el látigo de enero en la brecha Latour,
las cascadas, los bosques musicales de Oza,
la fiesta del otoño enBelabarce...
Por esta flor recorro los caminos
que he perdido; por ella
sigo viviendo donde ya no vivo.

(Miguel d’Ors. Es cielo y es azul)