sábado, 13 de septiembre de 2008

Buzones (I)



El de arriba a la izquierda se encuentra en la cima del Argintzo y recuerda el brocal de un pozo. No importan su tamaño ni su emplazamiento inverosímil: siempre se podrán extraer de su interior algunas nostalgias quizá oxidadas. La casita con tejado a dos aguas rivaliza con las ruinas de un viejo castillo en la cumbre del Irulegui, en los confines del valle de Aranguren. La Amanita muscaria revela que la temporada de setas no termina nunca en determinados lugares; por ejemplo, en el Irumugarrieta, el pico más alto de la sierra de Aralar. Y el enano de forja parece dispuesto a alumbrar el camino que desciende desde el Treku hacia la tranquila localidad de Goñi.

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