domingo, 28 de diciembre de 2008

Caminos de hierro



El camino ancho y brillante por el que se alejan los dos paseantes de la fotografía es parte de la herencia del Plazaola, el tren que unió Pamplona y San Sebastián entre 1914 y 1953. El ferrocarril se puso en marcha en 1902 con el fin de transportar el hierro que se extraía de las minas de Plazaola, en Guipúzcoa, y su recorrido apenas sumaba 22 kilómetros, los necesarios para llegar a Andoáin. El historiador Juan José Martinena Ruiz tiene escrito que el 19 de octubre de 1910 se obtuvo una nueva concesión para prolongar la línea hasta la capital navarra (55,983 kilómetros) y que un año después se pudo ampliar el trazado desde Andoáin a Lasarte, donde a su vez los trenes podrían empalmar con la línea que se dirigía a San Sebastián. La solemne inauguración del itinerario Pamplona-San Sebastián tuvo lugar el 19 de enero de 1914. Era entonces obispo de Pamplona Fray José López Mendoza y él fue quien bendijo el tren en la estación de Huici. El ferrocarril —añade Juan José Martinena— era de vía estrecha y tracción a vapor. Las locomotoras, tipo Krauss, fueron construidas en las fábricas alemanas Maffei, de Munich, en 1913. En Pamplona, el Plazaola tuvo originalmente la estación en la avenida de Zaragoza, donde más tarde se levantó la Casa Sindical. Después la estación se desplazó a la avenida del Conde Oliveto, frente al antiguo edificio de Autobuses, reconvertido estos días en una pista cubierta de patinaje sobre hielo. De allí partían los trenes por la actual avenida de Sancho el Fuerte, que se diseñó precisamente sobre el trazado de las vías: de ahí la curva un tanto insólita que dibuja en los primeros compases. En 1946, el trayecto entre las dos capitales tenía una duración de tres horas y 45 minutos. Las riadas de octubre de 1953 se llevaron varios puentes y dañaron seriamente algunos tramos del recorrido, que ya no volvió a recuperarse. Hoy, la llamada Vía Verde del Plazaola permite desenterrar los recuerdos de aquella época en un paseo lleno de túneles, de paisajes y de historia.

Buzones a dos aguas



El buzón del Arrubi (arriba, a la izquierda) se encuentra un tanto desvencijado, quizá porque la cumbre nunca ha merecido la atención y las visitas de las montañas más próximas. Una de éstas es el Ganbo Txiki. Su cima está coronada por un buzón con forma de tienda de campaña. A la izquierda se distingue la pirámide del Txindoki. El Ganbo (abajo, a la izquierda) también exhibe un buzón de trazos sencillos y colores previsibles: es la casa que dibujaría cualquier niño, siempre que los arquitectos lo permitan. Txindoki, Arrubi, Ganbo Txiki y Ganbo se puede unir sin problemas en una única excursión, con salida y llegada en Larraitz. El buzón que cierra la serie es el de Peña, en la muga de Navarra con Zaragoza, cerca de Sangüesa y Gabarderal, a sólo unos pasos del cementerio pequeño y abandonado que guarda la tumba del aviador inglés.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Belén viviente



Fue el domingo, cerca de Huici. Las cuatro ovejas ofrecían una estampa tan apacible y luminosa, que resultaba fácil imaginar por los alrededores el resto del belén: los pastores curtidos e inmóviles, una hilandera apostada junto al recio caserío, el burro que avanza dócil y pesadamente, la zagala que sostiene el cántaro sin perder nunca el equilibrio, los pajes de túnicas coloristas, los camellos altivos, los cofres de aromas penetrantes, el viejo que carga con un par de conejos, las gallinas inquietas, el riachuelo de aguas brillantes, incluso un rumor de ángeles que desciende de la cumbre cercana del Atume. Lo fácil sería decir que aquellas cuatro ovejas podrían incorporarse con todo derecho a un belén viviente. Y lo cierto es que realmente forman parte de un belén, de un belén viviente: el que empezó a organizarse hace dos mil años, el mismo por el que caminamos nosotros, unos por el monte y otros por la ciudad, a veces desorientados, a veces esperanzados, con razones o sin ellas, unos ajenos al sentido de los propios pasos, otros tratando de encontrarlo, pero todos, de un modo u otro, buscando en las jornadas siempre iguales el rastro de la zagala esbelta, el perfil majestuoso de los magos o el camino que tomaron los pastores. Todos, conscientes o no, dispuestos a asomarnos a la escena que preside a la vez la historia, los belenes y nuestras vidas. Felices Navidades.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Gracias



Ocurrió el 7 de diciembre a la una del mediodía. A la vez que G admiraba el paisaje invernal desde la antecima del Txamantxoia, S y los suyos buscaban por el fondo del valle la ruta del paraíso. No podían verse porque les separaban mil metros de altitud, pero hubo un momento en el que uno y otros estuvieron mirándose, sin saberlo, sin conocerse. Fue una coincidencia temporal y geográfica que se ha puesto de manifiesto a través de la blogosfera. Es también la excusa que necesitaba para dar las gracias a todos aquellos que en los últimos doce meses han establecido un enlace con este blog. El recorrido por las distintas direcciones permite además improvisar una interesante y ¿heterogénea? cordillera virtual. Ahí va la ruta, ordenada alfabéticamente:
(Es probable que haya ausencias: si alguien no se ha dado por aludido, que avise).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Árbol



Parece solo, desprotegido y frágil, pero está incubando el esplendor de la primavera y la sombra fresca que ofrecerá en verano a quienes traten de alcanzar la cima del Txamantxoia desde el valle de Belagua.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Nombres



En el Génesis, "hace ya mucho tiempo", el hombre puso nombre a los animales. En el monte se produce con frecuencia un fenómeno similar: los de la foto son G y F bautizando las cimas que rodean la Llana del Bozo, en el Pirineo de Huesca.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Niebla (II)



A veces la niebla es un estímulo: es preciso afrontarla —y padecer las dudas y el frío y las tensiones— para saborear después el brillo de las cumbres y los lazos de la cordada.

(En la foto, tomada en la cima del Lákora, las nubes arremeten como un mar embravecido contra la muralla pirenaica. La niebla de la ascensión era ya sólo un recuerdo).

Niebla (I)



A veces la niebla confunde los caminos: la ascensión resulta más dura y más incierta, surgen las dudas, los mapas pierden consistencia, los recuerdos se desdibujan, afloran las tensiones, las metas se tambalean, los pasos se desorientan y el frío es más húmedo y más penetrante.

(En la foto, H desciende preocupado de Lapaquiza. Al fondo, el bosque de Aztaparreta muestra fugazmente la ruta adecuada).