miércoles, 27 de mayo de 2009

"Merecía la pena venir"



El 3 de octubre de 1992, Juan Tomás Gutiérrez despertó en una minúscula tienda de campaña a 8.000 metros de altitud. Fundió un poco de hielo en el hornillo, echó en el cazo un par de sobres de té y algo de azúcar, y acompañó la infusión con una aspirina. Pedro Tous y Mikel Repáraz, sus dos compañeros de expedición, completaron un ritual parecido aún embutidos en sus sacos de pluma. Los tres habían salido de Pamplona cuarenta días antes. Revisaron el contenido de sus mochilas, se ajustaron las botas y las gafas de ventisca, compartieron algunas frases breves y rápidas, se calzaron los crampones y empezaron a andar. Eran las dos de la mañana y se encontraban a sólo unas horas de la cumbre del Everest. “La pendiente es constante y avanzamos lentamente, casi a tientas, esperando no equivocarnos y no encontrar el camino cortado por rocas –escribiría después Juan Tomás–. Por fin, en algún momento, amanece. Miles de metros por debajo, un mar de nubes cubre los valles del Tíbet y un sol frío brotando a nuestra altura lo baña todo de un color cobrizo. Los instantes más fríos. Agitas más intensamente los dedos en las botas, tan poco apretadas. Recoges las manos en las inmensas manoplas, que casi no dejan coger el piolet. Con un ligero dolor recuperas la circulación. A las ocho de la mañana llegamos a la arista. A partir de allí, durante cuatro horas, cabalgamos sobre cualquier otra montaña a nuestra vista. Le hacemos la competencia al sol. Miles de valles y cumbres se curvan abajo, entre las nubes. Arriba, el azul puro. Alcanzar la cumbre sur se hace interminable. Allí el viento está de un bromista inesperado. Quedan ochenta metros de desnivel por finas cornisas alabeadas en el aire. Son lo más bonito. Merecía la pena venir. Equilibrios entre dos abismos ondulantes. Pasos bordados sobre el límite preciso. Suavemente, tras una loma otra y, por fin, ninguna. Más allá no hay nada”.

(La crónica de Juan Tomás se publicó en Diario de Navarra el 10 de octubre de 1992 bajo un título elocuente: “¡¡¡Cima!!!”. La foto que acompaña su relato es posterior en el tiempo y mucho más cercana en el espacio: fue tomada cuando E se aproximaba a la cumbre del Bisaurín, hace tres semanas)

lunes, 4 de mayo de 2009

Los últimos metros



“La cima está ahí, al alcance de la mano. Los últimos metros, el último obstáculo, constituyen un momento mágico: la emoción es acaso más intensa que la que se experimenta en la cima. El éxito está próximo, se percibe como seguro. Superamos las últimas dificultades antes de poner el pie en la cumbre. Está cubierta de nieve dura, no se advierten peligros inmediatos. Es tan sólo una larga cresta a la que es posible subir sin abrigar ninguna duda acerca de no poder llegar hasta el final. (…) Lentamente se apodera de nosotros una sensación de intensa felicidad. Una alegría ingenua, la certeza de haber acabado lo que nos proponíamos hacer”. Las frases entrecomilladas las escribió Christophe Profit después de haber coronado la cima el K2, pero –salvando las distancias– las podría haber firmado G, el montañero que ayer avanzaba con ilusión y prudencia hacia la cumbre del Bisaurín.

sábado, 2 de mayo de 2009

Autobiografía incompleta



Dicen que los anillos de un árbol contienen información muy precisa sobre algunos detalles de su existencia: la edad, los años de sequía, la intensidad de las lluvias, las épocas de luz, las de sombra, las plagas y hasta las podas. Sin embargo, esa autobiografía escrita en espiral omite siempre los aspectos que realmente merecen la pena: los acordes que arrancó a la ventista, los colores que brindó al otoño, los esfuerzos que alivió con su sombra, los versos que inspiró con su presencia.