lunes, 6 de julio de 2009

Cruces y peregrinos



Joyce es uno de los personajes de Llenos de vida, la novela de John Fante. Está embarazada y se prepara para recibir el bautismo en la Iglesia católica. Lee a Chesterton, a Belloc, a Thomas Merton, a Françoise Mauriac y a Evelyn Waugh, y alterna las reflexiones de unos y otros con las páginas de El infante y el niño en la cultura actual, repletas de advertencias y consejos para las madres primerizas. Su marido trata de sobrevivir a los nervios, a los antojos y a los destrozos ocasionados por las termitas en la cocina familiar. Es de ascendencia italiana y el acercamiento de Joyce a la religión católica ha reavivado los rescoldos de una fe antigua, casi olvidada. “Costaba ser un buen católico, costaba mucho, y por eso yo había abandonado la Iglesia —cuenta de sí mismo—. Para ser un buen católico tenías que abrirte paso entre el gentío para ayudarle a Él a cargar con la cruz. Yo posponía el gran salto adelante para otro momento”. Todas las cruces de la fotografían tienen su propia historia. Los peregrinos que las han ido dejando en el collado de Bentartea, cerca ya de Roncesvalles, se abrieron paso entre el gentío para cargar con ellas. Por eso, las espinas que las envuelven tienen más de abrazo que de castigo: son el espontáneo homenaje de quienes han preferido no retrasar “el gran salto adelante”.

3 comentarios:

eresfea dijo...

¡Cruzados!

txori dijo...

Cruzados de brazos no se han quedado. ¿Qué piensan al dejar una cruz? ¿Por qué lo hacen?

txeiks dijo...

Precioso el libro y precioso tu post...