Tengo una foto muy parecida a ésta enmarcada en mi casa. ¿Es el hayedo de Aralar? ¡Me encanta! No vengo tanto como me gustaría a visitarte... se me amontona la vida.
Se habla siempre del ideal como de una meta a la que se tiende sin alcanzarla jamás. Para cada uno de nosotros, el Annapurna representa un ideal hecho realidad. Para nosotros, la montaña siempre ha sido un campo de acción natural, donde, en la frontera entre la vida y la muerte, encontrábamos esa libertad que andábamos buscando a tientas y que necesitábamos como el pan. Las montañas nos han obsequiado con su belleza, y nosotros las hemos amado con la ingenuidad propia de un niño, las hemos reverenciado con el respeto que un monje siente por lo divino. Ese Annapurna, al que nos habíamos dirigido con las manos vacías, es un tesoro del que habremos de vivir durante el resto de nuestros días. Conscientes de esto, volvemos una página de nuestra existencia: una nueva vida comienza. En la vida de los hombres hay otros Annapurnas.
(Maurice Herzog, inmóvil en una camilla, poco después de haber conquistado el primer ochomil)
3 comentarios:
Tengo una foto muy parecida a ésta enmarcada en mi casa. ¿Es el hayedo de Aralar? ¡Me encanta! No vengo tanto como me gustaría a visitarte... se me amontona la vida.
Otoño. Hoy llovía mientras el sol alumbraba más allá. Al rato, un poco de granizo. La nieve posa sobre los modestos montes que rozan los mil metros.
Lamia: también yo llevaba tiempo sin asomarme por aquí. Es un hayedo del valle de Arce. El jueves pasado estuve en Aralar, cubierto de nieve.
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